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  • Foto del escritorJavier Navascues

EL SOL Y EL GIRASOL (O DIALOGOS ENTRE EL AMOR Y LA HUMILDAD)




 

Queridos jóvenes os presentamos un sencillo diálogo entre el sol y el girasol, que con suma claridad simbolizan el amor y la humildad.

Dios quiera que este coloquio virtual, sea para vosotros sin igual. Que os trasporte en alas de confianza a fuentes de la esperanza. Si captáis el mensaje de la caridad seréis felices aquí y en la eternidad.

El sol es llama de amor, fuego abrasador. Con su haz luminoso hace todo armonioso. Con ardor todo lo inunda de su fulgor. El sol es muy grande, útil y apreciado y de todos los seres buscado.

El girasol, en cambio, es una planta pequeñita, humilde y calladita.

No hace ningún aspaviento en su curioso movimiento. Mendiga el destello dorado de un sol maravillado.

El astro rey es poderoso, símbolo de Dios, fuerte y vigoroso. El girasol es débil y diminuto y no pierde un minuto. Con paciencia sabe que respecto al sol es suma dependencia. Pero pasemos ya al diálogo prometido, que va a ser muy divertido:

 

El sol, tras salir muy de mañana, le dijo al girasol: ¡Qué hermoso es Dios mi Padre amoroso! Ilumino todo a sus pies: de oro la mies, de verde radiante los prados y los montes ignorados. Tiño de azul turquesa el mar,… ¡Que pobre iluminar!…Aunque su pálido reflejo me haga suspirar…

El girasol tras pronto como le escuchó con presteza respondió: Tienes razón, pero ese primor es sólo una tenue pincelada de su amor. ¡Y yo comparado a su lado, me veo tan pequeño y abismado! En esta época del año anhelo el riego de antaño. Quien sabe si moriré en unas fauces golosas o sesgado por manos caprichosas.

El sol, en conciencia, le susurra con paciencia: Nada te pasará que Dios no quiera y lo que quiera Dios bueno será. Y sobre todo no te compares con Él, Dios es el pintor y tú eres el pincel. Eres todo lo agraciado que te ha hecho un Dios enamorado. Todo lo inventado por Dios es bueno, sino no lo hubiese creado. El ama con sencillez nuestra pequeñez.

Y el girasol, escondido, le pregunta sorprendido: ¿Es posible que alguién tan exquisito ame a un girasol tan pobrecito?

El sol, que no descansa, le responde con voz mansa: Un Dios tan misericordioso no tiene en cuenta nuestro ser calamitoso. Con lo que le demos se contenta y nunca se impacienta. Aunque Dios ama las grandes obras, a veces se conforma con las sobras.

El girasol, con todo su candor, se deshace en elogios de amor: ¡Entonces es preciso amarlo mejor! ¡Con todo nuestro fervor! Es motivo de amor esta miseria en que me veo... ¡casi no me lo creo! ¡Qué bueno es Dios que me ama teniendo yo tan mala fama! Dios ama las plantas fértiles… ¡pero no desdeña las estériles!

El sol le ofrece en el acto un sugerente pacto: ¡Oh mi pobre girasol! Tu humildad afianza nuestra amistad. Me ayuda a comprender que grande es el divino querer. ¿Quieres que lo amemos juntos? ¡No importa quien consiga más puntos!

El girasol responde al sol que se esconde: Oh divino sol, me has vestido de gala has hecho de esta tierra del cielo la antesala. Pero no me prives de la dicha de contemplar mis harapos, mis pétalos son como trapos.

El sol se abaja a la altura del girasol hasta la llanura: Oh querido girasol ciertamente que gracias a mi calor te has abierto al amor. Permite por caridad que adopte tu humildad. No sea que, al igual que Lucifer, por mi rebeldía haga a Dios enfurecer. Y siendo tan pequeño en superar a Dios ponga mi empeño.

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